Esa es una pregunta que te empezarás a hacer cuando el dinero no te alcance para nada. Entenderás que un ser humano tiene muchas responsabilidades económicas difíciles de suplir con sus ingresos. Llegas a ponerte reflexivo y te cuestiones sobre cómo lo hicieron tus papás que no solo tenían que mantenerse a ellos mismos sino a toda una familia.
Si eres de los que no cocina y los domicilios son tu pastor porque con ellos nada te faltará; llegará un punto en que no los toleres más. Lo primero que se verá altamente afectado será tu bolsillo y lo segundo, tu estado físico. La comida cacera hace falta, así que empezarás a contemplar el aprender a cocinar.
Solo hasta que vives en carne propia eso de pagar recibos de servicios públicos, entiendes la importancia de ahorrar. Antes, mantenías luces y aparatos electrónicos en funcionamiento de día y de noche, luego, eres consciente y solo mantienes encendidos los que realmente necesitas. Lo mismo ocurre con el uso de otros servicios públicos como el agua, es más, te vuelves un experto en reciclaje y reutilización. ¡El medioambiente te lo agradece!
Al vivir solo entiendes que si las cosas no las haces por ti mismo, nadie más las hará. Por ejemplo, si quieres comer debes hacer mercado, cocinar, servirte y luego de eso, arreglar la cocina. Pequeñas cosas comienzan a ser valoradas de forma increíble.
Vivir en casa de los papás tiene muchas ventajas, pero una de las mejores es que no existe mejor despertador en el mundo que ellos. Cuando estás por tu cuenta debes asegurarte de despertar a la hora correcta, sino el día podría empezar un poco mal. Con el tiempo tu responsabilidad y compromiso mejorarán.
¡La plata tiene que alcanzar para todo! Debes reducir tu rubro destinado a pequeños lujos y caprichos, mientras aumentas el destinado a obligaciones un poco más serias como: pagar arriendo, servicios, transporte, alimentación, etc. Es probable que no entiendas la necesidad de organizar tus finanzas hasta que solo tengas un par de monedas en la billetera.
Viviendo solo, básicamente puedes hacer lo que mejor te parezca. Es probable que los primeros meses parezcas un ave a la que sacaron de una jaula y quieras estar en mil planes al mismo tiempo. Luego, empezarás a moderarte, a organizar tu tiempo y a valorar los espacios en los que puedes estar tranquilo en casa, sin nadie más alrededor.
No vivir bajo el mismo techo puede mejorar de manera sustancial la relación entre varias personas. Este caso es muy normal entre padres e hijos; mientras comparten la misma casa la tensión está siempre presente, pero cuando cada quien vive en su espacio y solo se ven por algunas horas ciertos días de la semana, se dedica este tiempo para pasarla bien y hablar de cosas agradables.
¡Admítelo! Es algo que siempre deseaste hacer, pero tus papás no te lo iban a permitir. Cuando cuentas con tu propio espacio, hacer este tipo de cosas, que parecen tontas y sin importancia, te llenan de satisfacción y buena energía. Es de esos pequeños placeres de la vida que solo experimentarás si te arriesgas a vivir solo.
Poco a poco empiezan a tomar gusto por las cosas para la casa. Te emocionas comprando muebles, electrodomésticos, cuadros y accesorios que le den personalidad a tu hogar. Además, empiezas a interiorizar secretos de limpieza que te permiten mantener todo en orden.
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